La sangre llama al fuego y el fuego arde en mi. Mi sangre se envenena con tu aliento, pero no te dejo de respirar. Tu saliva quema mis labios, pero no permito que te detengas.  Mis pensamientos son impuros, al igual que mi naturaleza, mientras tu ser es divino como tu hogar en el cielo.

Yo habito en las tinieblas y tú en las nubes, pero no puedo dejar que te desplomes.  Mientras estemos juntos sufriremos, al ser el pecado el enlace que nos une. Nuestra sangre hierve y la pasión se agranda al unísono con tu miembro. Las llamas me consumen al consumirte de lleno. Siento tus latidos dentro de mi cuerpo y creo ya es el momento. El tiempo se detiene pero nosotros no. No podemos. No queremos. Nos deseamos demasiado.

Sabemos lo que viene y no hacemos nada. Y a la nada nos iremos juntos; entrelazados, apasionados, revolcándonos, devorándonos, deshaciéndonos lentamente. Hasta el fin de los tiempos.